Los extraños tan familiares

Iker González Quiñones

Acabas de despertar, un fuerte dolor recorre tu cuerpo, no recuerdas muy bien qué sucedió. Intentas hacer memoria, pero eres interrumpida abruptamente por una figura femenina quien con alivio y consuelo te abraza al saber que te encuentras bien, o al menos eso aparentas. Seguido de ella alguien más entra en la habitación, esta vez una persona alta, delgada y joven, pareciera tener 16 años de edad, comienza a pedirte perdón, se le nota triste y desanimado, con un poco de molestia, aunque no sabes muy bien el porqué de sus disculpas las aceptas, como si fuera algo que siempre pasara. Por último, entra una figura grande e imponente, su presencia te intimida, por alguna razón sabes que estás en problemas, cuando de repente este hombre exclama con enojo:

Sigues sin comprender de qué te habla aquel señor que se te hace tan conocido, tampoco logras entender muy bien qué sucede ni dónde te encuentras, sólo puedes darte cuenta que te encuentras en la habitación de un infante, hay muchos dibujos en papel colgados en las paredes y resaltan los rayones hechos con crayón que las adornan. Es una habitación cálida, tú estás sobre una cama tan cómoda y justo a tu medida, con sábanas acolchadas tal como te gustan, pero aun con toda la comodidad, no puedes dejar de ver la puerta con angustia. No logras asimilar la razón del porqué esta gente te tiene con tanta preocupación. No los reconoces, no puedes hacerlo, tu rostro demuestra la desesperación de tu ignorancia sobre esta situación mientras que aquella mujer toma tu mano con peculiar calidez y amabilidad, con suavidad te mira y pregunta

Te preguntas, si quieres algo. Escapar, no, no quieres escapar ¡Necesitas escapar! Aquella puerta impía te aleja de tu libertad, te la arrebata, estás atrapada en este cuarto que parece familiar ¿Acaso lo parece o realmente lo es?
La mujer preocupada te repite con angustia.

¡Claro que estás bien! ¿No? Te repites para ti misma, cuando comienzas a sentir un vacío en tu pecho.

Con un movimiento rápido te levantas de la cama, y corres, corres con toda la fuerza que tus cortas piernas te permiten ¡Huir, huir, hui! Tu mente se inunda con esa palabra, no logras pensar en nada más.

Anonadados los tres extraños no saben qué te sucede, mientras ellos siguen estupefactos con aquella sorpresa tan extraña. Bajas las escaleras de la casa extrañamente familiar, ese escape fue bastante sencillo, conocías el lugar como las palmas de tus manos, tomas tu triciclo, exigiéndole más a tus pobres piernas para salir de ahí, huyendo te das cuenta de cómo aquel hermoso hogar se disuelve entre el asfalto de la carretera mientras más te alejas. La nostalgia te ataca mientras te despides de aquella casa que crees no conocer.

Estupefacta ante los hechos, puedes vislumbrar una luz, o ¿acaso son dos?

El sonido de un estruendoso claxon carcome tu espalda dejándote en shock. Logras recordar, pero ya es demasiado tarde.

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