La lectora del río

Sofía Yaretzi Ángeles Briones

Había un pequeño y muy lindo pueblito en México.
Mi abuelita vive ahí sola, ya que está muy alejada de su demás familia; así que decidí visitarla un fin de semana. La casa de mi abuelita era demasiado grande, con largos pasillos, con un techo bastante alto que te hace sentir todo lo contrario a un clima cálido. También había pinturas viejas y espejos de todos los tamaños y formas por doquier. La casa era tan grande que podías perderte en ella. Cerca de la casa, había un río muy abandonado y frío. Yo tenía una gran fascinación por los ríos, a veces son tranquilos y a veces no, pero me gusta el sonido que se genera cuando el río está en movimiento y amo sentarme a lado del río a dibujar o leer, depende de mi estado de ánimo.

Una tarde, estaba paseando por la casa, como lo hacía cotidianamente, salí y vi una niña sentada en el río, parecía de mi edad. Me quise acercar a ella ya que me pareció muy raro ver a alguien cerca de la casa de mi abuelita, pues nadie solía ir. Su cara se veía muy demacrada y de un color entre azul y morado, pero decidí no acercarme. Entré a la casa y le pregunté a mi abuelita si ella la conocía. A lo cual ella respondió con una sonrisa, diciéndome que ya esperaba que le preguntara.

Me cuenta mi abuelita que hace muchos años tenía una muy buena amiga llamada Lorenza. Mi abuelita dice que de vez en cuando iban al centro del pueblo por un helado y pasaban mucho tiempo juntas en la casa de mi abuelita. Era una niña bastante callada y reservada, le encantaba leer y dibujar, igual que a mí. Lorenza pasaba la mayoría del tiempo sola perdida en su imaginación, leyendo y dibujando ya que sus papás salían mucho por asuntos de trabajo.

Un día Lorenza iba cómo todos los días al río a leer, pero ese día el río estaba crecido por la lluvia. Ella al querer sentarse en la orilla del río, resbaló (la suela de sus zapatos ya estaba demasiado liza) y cayó al río sin poder salir, fue arrastrada por la fuerza de este frío río y golpeada por las rocas de su alrededor. Mi abuelita dice que muy seguido siente la compañía de Lorenza. Supongo que Lorenza, la gran amiga de mi abuelita, quiso saludarme, al tener tantos gustos en común.

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