Vestido de novia        

Por Emily Galindo Hernández

 

El verano por fin había llegado y junto con él la fecha de la boda, dentro de una semana aquella joven de piel pálida y bellos ojos negros llamada Nicole, se convertiría en una mujer casada. Cuando una pareja decide dar el gran paso es porque ambos se aman y están conscientes del compromiso, sin embargo nuestra joven periodista, no lo estaba, llevaba más de una hora observando aquel vestido blanco, que a su madre y a su suegra había enamorado, era un vestido bonito, barroco para el gusto de nuestra joven. Muy dentro de ella sabía que su elección no era correcta pero había sido la mejor. Aquel vestido largo debía representar todos sus deseos, era la muestra más clara de amor a su prometido. A sus ojos sólo era una prenda vacía y sin chiste por la cual había gastado miles de pesos.

De la nada, casi como un torbellino, una idea se estancó en su mente, cómo sería su vida de casada, su prometido era alguien sumamente amable y cariñoso, ambos tenían un empleo estable y una familia que los apoyaba, frente a ella se mostraba la perfecta historia de amor, aquella historia sin complicaciones, la cual siempre sería igual, la historia que sólo se encontraba en las películas, y aunque en un principio ese era su más grande anhelo de un momento a otro se desmoronó. Nuestra periodista quería más, deseaba más, y cada día que se aproximaba la boda se confundía más.

Cuando conoció a Luis, ella cursaba el segundo año en una universidad privada muy reconocida; él era todo un sueño, atento, divertido, amable, inteligente e incluso atractivo, eso pensaban Nicole y sus compañeras que suspiraran por él. Por su parte Luis nunca se percató de esto, hasta que conoció a Nicole, en cuanto la vio sentada debajo de aquel viejo árbol supo que ella era la indicada, él no podía decir qué le gustaba más de ella porque simplemente la quería toda, aun con sus defectos, ella era, definitivamente, su destino. Nicole lo quería y le era fiel, pero por más que lo deseara ella nunca podría amarlo.

Esa fría noche de primavera nuestra periodista hizo las maletas y se sentó a escribir una carta para su prometido, miles de ideas vagaban por su cabeza, pero no lograba juntarlas. El reloj avanzaba a una velocidad impresionante, cómo era posible que alguien que se dedicaba a informar no pudiera expresar por escrito lo que sentía. El reloj que antes marcaba las ocho de la noche ahora marcaba las dos de la mañana, miró a su alrededor buscando una salida y de pronto apareció, un pequeño block de post-it pegado en el espejo, lo tomó y tan solo dejó que la pluma siguiera su camino.

 

“Lo siento, pero no puedo estar contigo, simplemente no puedo.”

Atte., Nicole

 

Pegó con cuidado el post-it en el espejo de su tocador y se levantó, dio un último vistazo a su habitación, tomó el vestido y lo guardó dentro de su caja, y cuando se disponía a salir una idea la regresó de golpe a la habitación, tomo un plumón negro del tocador y escribió en la caja de aquel que se supone sería su vestido:

 

“Me temo que esto ya no será necesario, pueden regresarlo o venderlo, les aseguro que podrán doblar su precio”, Nicole

PD: Lo siento mamá sé que te encantaba, pero a mí no.

 

Acto seguido volvió hacia la puerta y recorrió su hermosa vivienda, la cual antes había sido su hogar, ahora sólo representaba un castigo. El camino a la estación fue largo y agobiante, cada calle, cada esquina y cada casa le suplicaba que se quedara, los recuerdos le seguían implorando acompañarla, pero estaba decidida, ese sería su último amanecer en aquella ciudad. Cuando por fin llegó a la estación, compró un boleto con destino al mar, pero en cuanto la hora de partir llegó, ella no se movió, dejaría que sus recuerdos se fueran primero, cuando el camión por fin se fue compró otro boleto esta vez tentando al destino y sin saber esperó ansiosa su salida. En cuanto el reloj de la estación marcó las cinco y media de la mañana Nicole se levantó de su asiento y subió al autobús, por la ventana admiraba el hermoso amanecer frente a ella y de pronto lo escuchó, él gritaba su nombre, el corazón le dio un vuelco pero su mirada no se movió, si ella miraba hacia atrás todo se acabaría, era tiempo de seguir, y dejar el pasado donde debía estar, tras de ella.

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