Suicidio
Por Nadya Andrea Téllez Hernández

 

Narrador: Todo lo aquí narrado es verdad, un juego de valientes sobre la muerte en el que sus únicos jugadores son la pistola y su dueño.

Erick se encuentra en el piso de su recámara, en su mano derecha lleva una botella de vino tinto y en la otra una pistola. Su cara no refleja emoción alguna. Le da un sorbo a la botella y con amargura dice.

Erick: (Con tono de pregunta dice) De qué nos sirve la vida. Mejor dicho ¿A mí de que me sirve la vida? (Se levanta del piso y se recarga en la pared, da otro sorbo a la botella, se limpia la comisura de los labios con el dorso de la mano y dice) La vida y la existencia misma no tienen sentido para mí, tan solo estoy aquí porque así lo quiso alguien, tan solo existo porque algún ser ajeno a mí no tuvo nada mejor que hacer y me creó (Se separa un poco de la pared y se tambalea hasta que cae de rodillas frente a la audiencia).

Narrador: Me pregunto si lo que dices es verdad ¿Qué acaso es verdad que estamos aquí porque otra persona lo quiso? ¿O tal vez tu estado de embriagues es tal que no te deja usar la razón?

Erick: (Levanta la cara gritando) ¡Tú no te metas en esto! Que gracias a ti es que estoy en esta situación, gracias a ti es que siento que la miseria y la desgracia me consumen, como si fuera un fuego en mi interior que crece y crece cada vez más aumentando mi dolor, es como si una corriente de culpa me inundara cada vez que pienso en lo que hice (Le da un sorbo a la botella y al ver que es el último la rompe contra el piso dejándola a la mitad) cada vez que recuerdo de lo que fui capaz de hacer y hasta qué punto llegué tan solo por unos cuantos billetes que se me fueron de las manos como si fueran hojas que lleva el viento (Mira su mano derecha en donde descansa la botella rota) debería de clavarte esto a ti en las costillas y rebanarte como a un lechón porque gracias a ti ahora estoy borracho, moribundo y desahuciado como un perro abandonado (Hace una expresión de dolor y avienta la botella a un costado de él mientras con coraje en la voz grita) ¡Tan solo eres un maldito manipulador!

Narrador: ¿Manipulador? Ese terminó es algo incoherente, pues antes me llamabas Dios o incluso Rey y decías que gracias a mí ahora eras más feliz que nunca, dime una cosa, ¿cuándo dejaste de confiar en mí?

Erick: (Se sienta en forma de indio en el piso y coloca la pistola en su regazo, con la voz entre cortada habla) Dejé de hacerlo…dejé de hacerlo en el momento en el que me obligaste a…desde que me obligaste a matar…desde aquel momento en el que me humillé por ti y caí tan bajo que llegué a un abismo tan profundo del que ahora no puedo salir…y mi única opción es esta…morir como un cobarde porque no tengo la capacidad de luchar para librarme de ti (Se muerde el labio inferior y levanta la cara al cielo y reza una plegaria en forma de pregunta) ¿¡Oh Dios mío, dónde estuviste cuando te necesité para no caer en la locura!?

Narrador: (Con un tono sarcástico y una risa muy aguda le dice) ¿Dios? ¿Por qué llamas a Dios? Él no te va a salvar de tu destino cruel, él no va a venir a pagar tus pecados en la tierra por ti, aquí el único responsable de tus actos y acciones eres tú, el único destructor de tu existencia has sido tú.

Erick: (Mira la pistola y la toma justo por el mango, mira y apunta a la audiencia) ¿Acaso será eso cierto? ¿Será que el único ser responsable de nuestros actos somos nosotros mismos? (Hace una cara de interrogación, pero sigue con la pistola hacia la audiencia) ¿O será que si somos dominados por algo más grande que nosotros entonces la culpa no será del todo nuestra? (Quita la pistola de la audiencia, se levanta y sigue con la pistola en la mano izquierda) entonces si la culpa de todo lo que me pasó y el causante de mi desgracia soy yo, entonces mi único juez y verdugo soy yo (Se coloca la pistola en la boca).

Narrador: (Con voz de autosuficiencia dice) Fue un placer conocerte y un placer el haberte hecho dudar de tu inocencia, provocar tu muerte y salir de esta con las manos limpias.

Se apaga la voz del narrador y una luz blanca ilumina el escenario, miramos a Erick con la pistola en su boca.
Erick: No tengo un sermón para dar, tan solo apretar el gatillo y acabar con mi vida en un intento de acabar sin saber que aún tenía salvación (Se apaga la luz y se escucha un disparo)

Epílogo: Esto amigos míos fue un relato entre la codicia y una más de sus víctimas que al no saber jugar bien sus cartas terminó cayendo como muchos otros en el juego de la muerte.

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