Mi propio infierno

Leonardo Monroy Aguillón

 

Llegué a la ciudad, a aquella plaza donde miles de personas reunidas bailan, cantan y disfrutan de los ritmos sonoros de la música. Al caminar hacia el escenario tropecé con la pierna de un hombre que estaba en el suelo reflejando su tristeza en alcohol, caí a su lado, me levanté rápidamente para que la gente no se riera de mí, miré hacia el escenario y allí estaba, frente a él, en primera fila, la chica más hermosa que estos ojos han mirado. Cabello castaño, tez blanca y labios brillantes, pero ella sólo miraba en el escenario al saxofonista que apasionadamente lucía su buen sonar. Me acerqué temeroso y ella me saludó. Nunca había sentido esa sensación, pero al hacer contacto visual los dos nos dimos cuenta que estábamos allí por una sola razón, cambiar al mundo. Ella sacó un cigarrillo de su bolso y comenzó a fumar mientras me preguntaba mi nombre.

 

Así fue como, sin darme cuenta, conocí a mi peor enemigo. Este es el momento en el que probablemente la historia no tenga sentido, pero todo tiene una explicación.

 

Mi nombre es Santiago y estoy aquí por una sola razón.

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