El sueño de Leonardo

Por Salma Evelin Quiroz Figueroa

 

Él se acercó y sonrió al espejo

y éste, sin temor le respondió.

La muerte frunció el entrecejo

y en sentencia su reflejo cambió.

 

Leonardo con horror mirándola

en sus gélidos brazos cayó.

Y la ansiosa alma esperándola,

en el infinito tiempo se halló.

 

Buscaba la anhelada eternidad,

el arduo camino a la redención.

Mas el aura de la humanidad

detrás de él hizo su aparición.

 

La atadura celestial quiso cortar,

halos le prohibían continuar

y amenazaban el cosmos olvidar,

si él se dedicaba a ganar.

 

Su alma desconcertada lloraba,

y el infinito lo ignoraba,

seres celestes lo arropaban

y en silencio lo acompañaban.

 

La muerte, uno de ellos, con cariño

la absolución y concordia le otorgó.

Tejía y resanaba los hilos dañinos

que su alma de regocijo ahogó.

 

Leonardo, en su somnolencia,

un aroma a cempasúchil percibía.

De su corazón una presencia

reaparecía y a la vida lo unía.

 

Sobre sus hombros miró y ahí estaban,

ella señaló el lugar al que pertenecían

y él agradeció que se aproximaban

pues rostros allí había que reconocían.

 

Y todos alegres estaban,

la existencia rostro zagal presumía.

No había materia ni cuerpos humanos,

sólo la vida y muerte tomadas de las manos.

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