La otra cara del dictador[i]
Carlos Alberto Sevilla Pérez

 

Sigo mareándome demasiado, la vista es hermosa, sin embargo prefiero estar en tierra firme ya que ahí me siento segura y más cómoda conmigo misma. Aun así este barco, el Ypiranga, de dos mástiles y una chimenea al centro, es inmenso y uno de los más grandes que existen, celestial con su cubierta oscura y claras tonalidades en el interior, lleno de mucho lujo y comodidades para quien puede costearlo. La embarcación en la que me encuentro es muy conocida por su trayectoria, el vapor recorre la ruta Veracruz-Hamburgo, además de que este viaje en lo particular causó revuelo y homenajes al salir del puerto, al parecer nos acompañan celebridades que aún desconozco. Llevamos cinco días de trayectoria, hemos traspasado las fronteras de México, el barco realizó una escala en La Habana para alojar más pasajeros y objetos de importación. Ahora nos dirigimos a La Coruña, en donde espera mi nueva familia.

Tengo ansias de conocerlos, he imaginado por días cómo será cuando toquemos tierra y los vea, me presente ante ellos y también cómo lo harán ellos conmigo, mire a sus ojos y descubra la clase de persona que son; incluso he recreado en mi pensamiento sus cualidades, el tipo de cabello, su altura y la ropa que vestirán ese día, desde el más corto hilo de seda hasta las lúcidas joyas que portarán para mí. Toda mi vida, por muy joven que parezca, culmina en este momento, es un cambio que continuará hasta el final de mis días. Tengo miedo verlo de esta manera, a veces no creo que sea lo correcto, pero ¿carezco de otra opción?, debo hacerlo, y alejarme de los sueños, éstos pertenecen sólo a las historias que leo.

Aún no estamos muy alejados, y ya extraño la tierra que me vio nacer, crecer, y me educó, recuerdo cuando ingresé al colegio que me salvó. Mantengo en mi memoria sus patios y aulas que fueron mi refugio, jamás olvidaré los arcos que día con día contemplaba al despertar y sorprendían a cualquiera, al igual que sus recuerdos, conservaré los conocimientos de matemáticas, música, historia, literatura, ciencias y artes; aún recuerdo los libros que estudiábamos, en su mayoría ciencias naturales y matemáticas, por no decir de las publicaciones religiosas que llenaban los estantes de madera. Nuestra educación se caracteriza por constituir un espacio privado, un hogar, en donde apoyadas por nuestras compañeras mayores lográbamos resolver de la mejor manera los retos que se nos proponían. Somos una sociedad Lancasteriana en perfecta función, algo único desde que el colegio ha brindado su protección y enseñanza a aquellas niñas huérfanas y viudas que lo requerían. Echaré de menos a las compañeras y mentores que incluso consideré amigos y más, mi propia familia.

Uno de mis pasatiempos en este barco es sentarme en la popa, observar el mar con detalle y divertirme al ver al resto de los pasajeros, en mi opinión somos demasiados, pero estoy segura que es debido a que estoy acostumbrada a relacionarme con grupos pequeños, no convivíamos con nadie en mi colegio, nos cuidaban como hijas propias, el mundo exterior lo conocíamos por libros o revistas. Jamás salíamos siquiera a la iglesia ya que contábamos con capilla propia, una huerta donde cosechábamos nuestros alimentos, además de diversos patios donde podíamos divertirnos jugando o contando historias que se filtraban de afuera.

Entre los pasajeros se encuentran otros menores, todos acompañados de sus padres o familiares, algunos de ellos viajan para volver a sus orígenes, muchos más lo hacen por escapar de la situación que enfrentamos recientemente en el país. Me parece razonable actuar de esta manera, México sufre uno de sus más importantes cambios sociales y políticos que ha vivido y que vivirá; hubo enfrentamientos, guerra, protestas y alzas contra el gobierno que ocasionaron cientos de víctimas, el gobierno en el poder fue derrocado para permitir el ascenso de alguien no muy diferente al anterior, guerrillas comandadas por mandatarios codiciosos impusieron un temor latente, el pueblo mexicano como dicen “Se ha Insurreccionado”, con vigoroso empuje y con lúcido criterio, se ha pasado del orden y el progreso a la miseria que deja a su paso el ineficiente cambio, el futuro de la nación es incierto, intimidante y preocupante, pero esto no se ha acabado aquí, falta mucho por reparar y aún más que construir si se quiere obtener un bien común a esta Revolución.

En medio de este conflicto, mi vida toma un nuevo curso que dará comienzo a esa nueva etapa que todos llaman matrimonio. ¡Claro!, a partir de este momento los juegos de niñas se transformarán en labores domésticas que popularmente son realizadas por nosotras las mujeres, ya no pasaré los días bordando con mi propio cabello, dejaré de reír todo el día en compañía de aquellos que involuntariamente me llevaban a una aventura, ya no podré recurrir a un maestro cuando me equivoque o inclinar la cabeza en señal de lamento, todo va a ser muy diferente en cuanto este barco se detenga en su próxima escala. Estoy feliz y un poco asustada, ya que solo conozco el nombre de quienes veré allá, en La Coruña, no sé si ellos me agraden o yo a ellos, pero este es el rumbo que sigo hacia mi destino, solo puedo hacer lo que creo que es correcto, aunque siendo sincera, no tengo ni la menor idea de qué es lo correcto.

Como ya lo mencioné, me siento en la popa y veo pasar el tiempo y a la gente. Hoy traigo el libro que me regaló al salir del colegio mi mejor amiga, Julia Mörner,  a ella la conozco desde que tengo memoria, es cercana a mi edad y tenemos un gran parecido, el libro que me dio es una primera edición en lengua española de lo que ha sido mi preferido, lleno de aventuras que esperaría yo realizar algún día por más utópicas que parezcan; la obra era parte de la pequeña colección de Julia,  De la tierra a la luna es el libro que sostengo en mis manos, ella posee otro del mismo autor, y es a través de la palabra que seguiremos unidas.

Hoy ha sido un día muy especial, conocí a una persona y algo me dice que antes ya la había visto, pero no logro recordar dónde, solo sé que esos ojos, tan penetrantes y oscuros me habían ya antes observado y yo a ellos. Estaba leyendo y me levanté para probar un bocadillo que todas las tardes sirven en el comedor principal, dejé la obra en la banca de madera y al regresar observé cómo un señor de considerable edad lo sostenía en sus manos y me dijo sin voltear a verme.

-Muy pocas niñas saben leer, todavía menos prefieren estas lecturas, eres una niña muy especial, sabes.

-Gracias, un placer conocerlo señor…

Aquel hombre no volteó a mirarme, su vista se fijaba en el vacío, parecía estar perdido en su propio pensamiento. Su cara estaba arrugada en muestra de una edad avanzada y plena sabiduría como lo puede parecer una tortuga, su cabello blanco cual azúcar pareciera que endulzara cualquier conversación con sus experiencias y conocimientos; vestía elegantemente, un traje y sombrero negro en perfecto estado, sin una alteración, formal y serio como su postura, su saco largo calculo que de pie le quedaría hasta las rodillas hacen más notables sus guantes claros como el algodón, sus labios se encontraban casi cubiertos igualmente de blanco con su notable bigote y una mirada inmutable que me atemorizaba y ponía en duda su estado inofensivo que asemejaba.

Dirigió su mirada hacia mí y me devolvió el libro, al parecer le sorprendió algo de mi persona, posiblemente el vestido color crema que llevaba adornado por doquier con moños del mismo tono, el peculiar peinado que traía, o simplemente fui una decepción.

-Siéntate -me dijo.

Lo hice, me coloqué a su lado y observé con más detalle su persona. Me llamó la atención su manera en la que estaba, tan elegante y natural como si fuera su forma de ser desde años atrás.

-Dime, ¿qué hace una jovencita como tú en una embarcación como ésta?

Pensé la respuesta que daría, al principio no planeaba decirle la verdad. Supuse que le contaría que estaba de viaje con mis padres y así nunca conocería la verdad sobre mí, porque no sé quién es, o qué tipo de persona es. No confío muy rápido en los demás. Sin embargo, mis palabras salieron.

-Mi destino es La Coruña, ahí conoceré a mi nueva familia y a mi prometido.

 Al momento de decir esto me pareció que mi futuro tenía sentido y concordancia dentro de mi cabeza. Decidí que en fin solo sería una plática, no me imaginaba que nos encontraríamos otra vez por lo que no vi el daño que haría diciendo la verdad. Su rostro no mostró expresión alguna, como si ya nada lo sorprendiera.

–Eres tan solo una niña, no puedo creer lo que me dices. Tengo la impresión de que tu vida puede ser diferente.

Vi en este momento algo que nunca había viso en otra persona, una figura protectora e interesada en mí. Como un padre, como con el que yo nunca pude convivir.

Sus palabras me confundieron, estuve de acuerdo en que lo que iba a hacer estaba mal, por más que se repitiera en la sociedad, hay manera de cambiarlo, debe de hacerlo, jamás me ha parecido que a tan corta edad ya estemos camino al altar, a veces como en mi caso sin conocer a la pareja con la que pasarás el resto de la vida.

-Yo, no tengo opción – Dije con incertidumbre.

-Todo mundo la tiene, aquel que piense lo contrario es porque en realidad no lo ha querido ver.

Al decir esto, con tal confianza, y a mi parecer experiencia, me hizo recapacitar y dudar de lo que haría, pero qué podría saber él de estas situaciones.

-No es tan simple, yo, no puedo, esto es lo que debo hacer.

 

[i] La otra cara del dictador ganó una mención honorífica en el 15◦ Concurso Nacional de Cuento Preuniversitario Juan Rulfo organizado por la Universidad Iberoamericana.

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