El Abrazo

por Pedro Gijon

Nunca lo olvidaré. Aquella tarde de viernes, esperando un café con aquella chica a mi lado.

El frío que sentía en aquel momento era normal, la lluvia nos había llevado a ese lugar. Al llegar, nos sentamos en un pequeño sillón, yo ordené un chocolate caliente, mientras que ella un frappé.

Empezamos hablando sobre la vida y cómo esta no es precisamente sencilla. Fue cuando noté que mi acompañante estaba empapada por la lluvia, sin pensarlo la abracé, sólo lo hice. En ese instante sentí una calidez sin igual. Mi brazo izquierdo la rodeó, nuestras manos se entrelazaron como las raíces de unos viejos sauces, mi corazón empezó a latir de tal manera que parecía que iba a sucumbir. Durante el tiempo que duró el abrazo sentí una paz indescriptible, no quería que acabara. Pude apreciar el crepúsculo más hermoso en la Ciudad de México.

Al final sólo pagamos la cuenta y nos retiramos en silencio, pero con nuestras manos aún entrelazadas.

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