CARTA A ODISEO
María Teresa Bernal Cabello

(Texto basada en las rapsodias V, VI y VII del poema épico Odisea.)

 

Querido Odiseo:

Hemos ya pasado por los mares de la desesperación, al menos por el momento.

¡Cómo te compadecí cuando andabas errante en el anchuroso Ponto, deseoso de volver al hogar, adolorido y sin saber qué nueva desgracia había de estar acechándote!

También yo viajé, lejos del hogar, anoche en medio de la tormenta.

Cansada, caminé mojada por la lluvia sintiendo grandes dolores en el tobillo izquierdo y las dos piernas.

Tú tenías miedo de los monstruos o desgracias que Poseidón te mandara. Yo, temía lastimarme más o dejar alguna tarea de la escuela sin resolver.

La lluvia arreciaba, ya no queríamos seguir. Pero seguiste nadando tratando de llegar a tierra. Yo seguí caminando y al llegar a casa hice lo que pude de mi tarea.

La necesidad y un sentido de supervivencia nos llevaron exhaustos a tierra.

¡Cuánto hubimos de pasar después!

En el frío de la noche llegaste a la tierra de los feacios y apenas pudiste descansar.

Cuando se levantó la mañana, la aurora de rosáceos dedos, fui a la escuela y en ella encontré varios problemas que acabaron por abrumarme.

¡Hay querido héroe! ¡Paciente Odiseo!

Te recordé, cansado y agobiado, cuando suplicaste a la princesa Nausicca.

Qué vergüenza hubiste de sentir, mostrándote como estabas, sucio y lastimado, y suplicar ayuda a una extraña.

Sin embargo, al final, ella decidió ayudarte y pudiste ir al palacio de Alcinoo y allí descansar de tus numerosas penas.

Así también me sucedió a mí, pues al verme en aquel ánimo mi maestra de matemáticas me preguntó qué me sucedía. Al contarle mis problemas ya no me pude contener y me solté en amargo llanto.

Entonces mis frustraciones se vieron tan claras como tus heridas y sentí vergüenza, mas el contar los problemas me tranquilizó y me sentí más dispuesta al trabajo de aquel día.

¡Descansemos querido Odiseo, pues ya hemos pasado el Ponto abundante en peces! ¡Ya hemos pasado aquel mar de desesperación!

Tú ya te hayas en la corte de Alcinoo y yo, ya casi llego al viernes.

Descansemos, pues aún nos quedan arduos trabajos antes de llegar a nuestro destino. Todavía, tú tienes que llegar a Ítaca, a tu casa de elevado techo y yo tengo que pasar mis exámenes del primer bimestre.

Aún no termino de leer el libro y así como no sé bien que será de ti, no sé qué será de mí, pero sí sé que seguirás ahí, en cada palabra y en cada párrafo acompañándome en mis tareas e inspirándome con tus proezas

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