Born to Die

Autor: Dariana Hernández López

 

Era una tarde fría y lluviosa en Londres. Las calles de la ciudad estaban completamente vacías pero, a la vez, llenas de nubes que bloqueaban la vista a cualquiera que caminara por ahí. El joven Luis no era la excepción. Salió de su casa tapado hasta las orejas. Estaba ahí por un intercambio de trabajo que afortunadamente se dio en uno de los “peores” momentos de su vida.

 

-¿Dónde está? –preguntó Luis con cierto miedo.
-Él no está aquí. Se fue –le contestó Jesús.
-¿S-se fue? –titubeó Luis. ¡No pudo irse! ¿Acaso no ves dónde estamos? –continuó con cierto enojo.
-Pues… ¡Simplemente se fue y ya!
-Deja de mentir, ¡dime ya dónde está! O si no…
-¡Murió! –contestó Jesús interrumpiéndolo. Estaba desesperado por la insistencia de Luis, a tal grado que golpeó la mesa que tenía al lado.

 

Luis miró a Jesús, el joven estaba bastante sorprendido. Esperaba otra cosa de él…menos eso. Creía que su compañero tendría más cuidado en el trabajo. Tal vez si no podía evitar su muerte…, mínimo debió llamarle y notificarle sobre el mal estado del voluntario. Luis se dirigió a la puerta del laboratorio, la abrió y fue hacia los muebles que se encontraban ahí, tomó las cosas de Jesús y las empezó a sacar, las soltaba con cierto enojo haciendo que azotaran contra el frío suelo.

 

-¡Basta!, deja de hacer eso –Jesús trató de detenerlo.
-Cállate de una buena vez. El encargado aquí soy yo y por una vez… ¡una vez! No hiciste bien tu trabajo. Así que… ¡te irás!
-Y a mí me importa poco si eres el encargado o no –se acercó Jesús y cerró la puerta.

 

Luis se desesperó, abrió la puerta y empujó a Jesús fuera del laboratorio. El joven cayó al suelo y escuchó el golpe de la puerta, indicándole que Luis la había cerrado. Inmediatamente se levantó y comenzó a tratar de abrir la puerta.

 

-¡Luis! ¡Abre la puerta! ¡Déjame explicarte, por favor! –golpeó la puerta con todas sus fuerzas. Por favor… –susurró y se detuvo.

 

Su ahora ex-compañero no saldría ni lo dejaría hablar. Se sentó en el suelo frente a la puerta, con la pequeña esperanza de que su amigo saliera. Podía escuchar que Luis movía muchas cosas dentro, después de unos minutos hubo silencio. Jesús se levantó esperando que el joven saliera y al fin le permitiera explicar la situación. Luis abrió la puerta y extendió su brazo hacia Jesús, el joven notó que Luis sostenía una…

 

-Yo… –Jesús trató de hablar pero la puerta se cerró fuertemente en su cara.

 

Jesús se sentó de nuevo en el suelo, pensando en lo que acababa de pasar. Conocía perfectamente el sentimiento que tenía por el joven que “dejó” morir. Siempre hablaba de él como si fuese una persona maravillosa. Lo veía como un familiar, lo veía como un…hermano. Él en serio lamentaba la muerte de su mejor amigo Agustín. Se levantó una vez más y trató de abrir la puerta, pero no pudo. Escuchaba cómo al otro lado Luis maldecía a todo lo que tenía en frente. No estaba llorando, no estaba triste, simplemente estaba enojado, no se sentía mal por la muerte de Agustín, se sentía mal por el trabajo que tenía, en lo que se había metido, y todo por cumplir el favor de una vieja amiga. Jesús se resignó, sacó una libreta y buscó una pluma entre las cosas que Luis acababa de sacar. Arrancó una hoja y comenzó a escribir.

 

“Realmente lamento no haber podido hacer algo más por él. Realmente lamento no haberte llamado, lamento todo. Te juro que intenté salvarlo o simplemente aplazar su muerte, y te pudieses “despedir” de él. El virus se extendió demasiado rápido y el tiempo que habíamos contado de lo que le quedaba de vida se redujo a nada. No tenemos por qué estar así, ¿sabes?, desde que entramos en este proyecto sabíamos que ninguno de los voluntarios sobreviviría y nos advirtieron, nos dijeron que no podíamos hablar con ellos, que no nos encariñáramos con ellos. No te estoy culpando, comprendo perfectamente que encontraste en él lo que no tuviste en tu infancia. Yo también lo quería, tal vez no como tú. Pero lo quería. Él me pidió una última cosa. Él quería que supieras que fuiste el mejor amigo que tuvo y que te consideraba una parte importante en su vida. Simplemente…quería decirte esto, antes de partir. No quería irme y dejar las cosas así.

Lo siento.

Jesús”

 

El joven deslizó la nota por debajo de la puerta. Se agachó para recoger sus cosas del suelo y se retiró del edificio. Eso era todo para él y suponía que también para su buen amigo, la culpa y el arrepentimiento.  

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