AL DIA SIGUIENTE

Jazmín Figueroa Campos

 

Desperté tarde como de costumbre, salí de la cama, di unos cuantos pasos hacia el baño y comencé a tomar una ligera ducha, a decir verdad, seguía algo estresada por el día anterior ya que fue uno de mis días con más trabajo. Después de bañarme bajé a la cocina y me preparé un sandwich con mucho queso, así como me los preparaba mi madre, pero a falta de tiempo lo dejé a medias en la mesa, salí corriendo hacia el garaje y encendí el auto.

Mientras manejaba, pensaba en la excusa que le pondría a mi jefe al llegar, ya que una semana antes le pedí un día libre porque mi hijo acababa de nacer, a lo que me puso una condición “No tener ninguna falla más, porque esto no era un juego. Y si bien entendía mi situación, también tenía que entenderlo a él”.

No sé si era mala suerte la mía, incluso había demasiado tráfico y mientras el semáforo se encontraba en rojo, un vendedor ambulante se acercó a mi auto, entonces bajé el cristal, él vendía pulseras hechas a mano, así que decidí comprarle una roja para mi bebé. Él me cobró 15 pesos y antes de irse me dijo: “Gracias amigo, cuídate y no te apresures que a veces las cosas salen mal cuando uno va de prisa”. El semáforo se puso en verde y rápidamente aceleré, encendí mi celular para ver la hora, eran 9:40 justo en ese momento no vi el alto, seguí de frente. Entonces los recuerdos inundaron mi mente, pero en especial el día que me casé. Supongo que después del accidente ya no volví a despertar, solo me quedaba ver mi propio funeral.

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